“Las Rocallosas”,
era el nombre del barrio cerrado. Todos vivían en casas grandes, para hacer
valer sus derechos crapulosos, grasas y el mal gusto privado, el más costoso.
Doris, que la llamaron así por Doris Day la actriz más querida por su madre, leía
mucho y tenía tantos callos, que se arrancaba los costrones pieseros, con uñas
feroces. Había tres podólogos enriquecidos por la cantidad de callos, que
tenían en el barrio. De ahí el nombre de callosas, Ro fue el dueño primigenio
de los terrenos, los vecinos decidieron unir su nombre para que sus problemas
devinieran del Sr Ro. La verdadera historia fue que la tierra de aquel predio,
por un extraño componente, hizo que el Sr Ro muriera encallado de pies a
cabeza. Las parcelas fueron valuadas en la tercera parte de su precio real.
Los ricos
repentinos, acostumbrados al descubrimiento de ofertas, compraron, a la semana
del sepelio del anciano Ro. Los podólogos, podologaban hasta los fines de
semana, los ricos nuevos contraían callos que lentamente trepaban hasta las
rodillas y proseguían. Doris, la más afectada, descubrió en la Biblioteca
Comunitaria, un libro antiguo de hojas papel Biblia. La tapa rígida tenía una
inscripción en latín “Phaenomena callosus”. Las letras desvaídas, con rezagos
de oro, las hojas estaban tan pegadas que por más uña que Doris incara, no
logró separarlas. —Este libro es como el gobierno de la perra, que no quiere
decir dónde está la guita.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)

No hay comentarios:
Publicar un comentario