martes, 8 de agosto de 2017

POBRECITA LA GENTE ¿NO?


   La Feria del Libro de la villa Tandil, resultó patética. Los stands, cuatro palos y un tablón sin lijado y fuera de escuadra, pasillos que conducían a diferentes presentaciones.
   —¿Para qué fuiste?-Pregunta la Negra, mujer de campo, fuerte y rebelde, lo único auténtico del pueblucho, mi amiga del corazón-.
   Le hice una descripción somera.
   —Entré en el Salón de los Espejos, que no tiene espejos, lo hice por mi Profesora de Taller, la única persona que empuja a escribir con placer y me presenta autores que desconocía, valiosos algunos. La presentación de un libro colectivo, que se ha presentado unas cuarenta veces, esta vez por una escritora de Bs As, que no tenía la más puta idea de los cuentos, deduje con mi marido, que leyó el prólogo, se hizo unos pesitos y chau carajo. Mi Profesora y una compañera Presentadora, eran las únicas que hablaban de corrido. De pronto faltó el aire, emergió olor a lugar sucio y a gente sin ducha previa. Daba vergüenza ajena. Pasaron un video, que no merece comentario alguno. Salí del lugar porque me desmayaba. Di una vuelta por los stands, ¡Había libros! Ninguno tenía precio, gesto antisocial, se respiraba masonería soterrada.
   Escribo desde los nueve meses y lo seguiré haciendo, no soy buena cuentista, pero me divierto. Nos perdimos el epílogo que era comer en un restorán, no teníamos un goman.
   Llamó la Negra —¿Vienen a comer? Verdura de quinta, tartas de salvado y vino casero…
   —¡Sí, vamos para allá! La última vez que fuimos a ese restorán que convinieron todos, vomitamos. Espero que a los que fueron no les haya sucedido igual.
                                                                

No hay comentarios:

Publicar un comentario