Los hermanos
eran como Caín y Abel, así decía la cocinera que los vio nacer. Jorge era un
ser de luz, no necesitaba ir a misa, decía su madre, nació santo. Pregunta que
le formularan era —Contento.
—¿Cuántos años
tenés, Jorge? -Interrogaban las tías para reírse-.
—Contento.
O—¿Te gusta ir a
la Escuela?
—Contento.
Como si el
mundo, con sus dos años, tuviera la misma y única respuesta: —Contento.
Estando de
vacaciones en Chascomús, Agosto de 1928, durante las mañanas, cada hermano
tenía una bacinilla que resultaba un lugar obligado, se los sentaba de prepo a
la misma hora. El más grande, al que le decían Caín, luego lo modificaron por
Caíto.
Aunque el primer
nombre le iba perfecto, decía Justa, que les hacía de Nana, ninguno tenía ganas
de hacer lo correspondiente y jugaban sentados en las bacinillas carreras con
las piernas, los recipientes eran butacas imaginadas, siempre ganaba Caíto. A
su hermano no le molestaba, su madre, temiendo que Jorge entristeciera por
perder, le preguntaba —¿Cómo te sentís hijito?
Jorge contestaba.
—Contento.
No guardaba
ningún rencor a su hermano. Una mañana habitual de sentarse, en lo que ellos
daban en llamar autitos de carrera, Jorge quiso correr tras su hermano, pero no
pudo, su pierna derecha quedó rígida e inmóvil.
La familia llevó
el niño al médico más próximo, ansiando que el Dr respondiera: Calambre
prolongado o algún episodio pasajero.
El Dr no sabía
cómo decirles, los conocía de recién nacidos y Jorgito era su predilecto.
Eligió palabras para cortarle dramatismo, llamó a sus padres aparte. —Contrajo
Poliomelitis, no tiene cura, sólo placebos.
No se sabía de
la vacuna antipolio, aún no la habían descubierto. Años después, cientos de
miles de personas se salvaron gracias al investigador., Dr Salk. El padre lo
llevó en brazos hasta la casa. Ocupó un sillón prohibido para niños, sólo el
padre lo usaba por tener almohadones de duvet y un color inefable. Jorge, que
tenía dolor y asombro sonrió cuando lo depositaron en el sillón prohibido. La
cocinera lloraba, Justa lloraba y los padres no lograban contenerse.
Su Mami hizo un
personaje despreocupado y amorosiento, le preguntó con voz tranquila.
—¿Cómo te
sentís, Jorgito?
Él apoyó sus ojos, en los ojos de su madre y
respondió: —Contento. 
No hay comentarios:
Publicar un comentario