Año 2001 —Qué
rico olor, por favor, miren chicos! Mollejas, chinchulines, morcilla, chorizos.
—Qué asado, Tío,
es monumental.
La voz de la
Madre, era un susurro —Rober, somos muchos, alcanzará?
—Y bueno, vieja,
vamos a tratar, largá el rosario y prepará la ensalada.
—Papá, corto
rodajas de salame, queso parmesano y gruyère, para no morir de hambre antes de
terminar ese milagro del cielo, abro el primer vino así se airea.
—Por favor
Rober, corregí al hereje de tu hijo conque el asado no viene del cielo.
Llegó el Tío del campo y saludó a todos los
pájaros del jardín, un viejito delicioso al cual nadie le daba importancia.
Era pobre y vestía
como un peón, él puso la carne para ese domingo. Comieron tanto que las panzas
parecían pelotas de basket
—Ché miren,
sobró un montón, los invitados que se lleven. ¡Vieja, traé los tupper!, es una
pena, hasta los perros parecen redondos.
Año 2017 —Nos costó encontrar una tira de asado de
ternera, vaca vieja, dura y teñida, del precio ni hablemos ¡Che! En el país de
las vacas. Estos dos Gobiernos de mierda
nos cambiaron la dieta, se cagan en el campo, son unos hijos de puta.
Llegó el viejito
delicioso y miró con nostalgia la parrilla.
—Rober, cambien
el vocabulario, están los niños, es un ejemplo de mierda. ¡Perdón Diosito, no
quise decir esa mala palabra!
—Abuelo, ¿las
malas palabras te pegan?
Rober explicó
que cuando la gente se enoja, las usa.
—Te pregunto
porque yo la única que digo es boludo y sólo cuando me enojo, como decís vos.
Comieron sin
jolgorio, con vino patero y la parrilla quedó limpia.
Rober gritó —¡Hey,
lo hice yo y no me dejaron nada!
El viejito
delicioso le entregó un salame y un queso, hechos por él mismo. Se sentaron en
un tronco y mientras Rober lo iba feteando, el resto de la familia no cesaba de
mirarlo con envidia callada.
El viejito dijo:
—Al final comimos todos, austero pero en familia, que es lo importante.
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