lunes, 10 de julio de 2017

FÚTIL


   No sé con quién quedarme, si con los finos de antes o los ricos de ahora. Era hacer tareas domésticas, así decía el aviso. Me sentaron a esperar que a la Sra Rosqueta se le pasara el coma alcohólico de la noche anterior. Bajó con los pelos parados, anteojos negros y una bata de seda. —¿Cómo es su nombre?
   —Delfina Hamilton.
   La Sra quedó gratamente sorprendida —Me parece regio tener una doméstica extranjera.
   —No soy extranjera.
   —Bueno, como si lo fuera, rubia natural, ojos celestes, modos educados, buen lenguaje, pero ¿Sabe limpiar, cocinar, lavar?
   —Sí, hasta podría asegurarle que parezco haber nacido para limpiar y tengo mi título de “Doméstica”.
   Me pidió que no habláramos de dinero, era de ordinarios.
   —Puede comenzar ahora? Ahora Serafín le alcanza el uniforme y el carro con los productos de limpieza.
   Cuando terminé con el dormitorio decidí hacer un hidromasaje. Me dio energías para seguir. Apareció el Sr Rosqueta. —¿Con quién tengo el gusto?
   —Con Delfina Hamilton.
   Me estrechó la mano más de lo necesario.
   —Pase Ud, Sra Hamilton, ya le preparo una copa.
   Preguntó si mi hermano jugaba al polo, no dio tiempo para aclarar que yo no tengo hermano. 
—Es un gran jugador, el mejor tal vez. ¿A que debo el placer de su visita?
   —No soy visita, soy la nueva mucama.
   La cortó de inmediato, él no hablaba con mucamas.
   Hasta Serafín me palmeaba el trasero. La humillación excesiva dijo   —Sra Rosqueta, renuncio, trabajé un mes, le cobro el mes.
   —Delfina, no hablemos de algo tan fútil como el dinero, siga trabajando aquí, no va a encontrar otro.
   Pude respirar, sabía la clave de una de las cajas de seguridad. Dólares, Euros y Pesos. No soy ladrona, pero la necesidad es imperiosa. Ahora soy Azafata, mucama de avión, pero de alto vuelo. Desde arriba contemplo la casota de los Rosqueta y me alegra haber recuperado mi verdadero nombre, Hilda Pérez. Los cagué, Rosquetas.
                                                           

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