viernes, 21 de julio de 2017

COTIZACIONES


   Ella estaba sola todo el día, tenía dedicación absoluta con su quinta verdulera y tres perritos que jugaban a su alrededor, entraban a la casa y se limpiaban las patitas en el felpudo, imitando a su dueña.
   El marido, sin beso de saludo preguntaba:
    —¿Qué hay para la cena?, muero por un plato, o dos o tres.
   Comieron con mantel bordado en una mesa larga, candelabro al medio, platos y cubiertos ocupaban las cabeceras —¿Dónde está la Noblex?, te dije que me gusta en el centro de la mesa.
   —A tu derecha. -Dijo ella, ante lo que se avecinaba, de dos a tres horas escuchando la cotización de cereales, soja, trigo, girasol y las vaquitas-.
  Cuando venía el camión y pasaban por la manga, ella las besaba, una por una. “El marido le llamaba Patrón a su propio padre, flor de mandato”. —Dejá de besar las vacas, los peones se burlan, es humillante.
   Ella pensaba en el terrible destino de los animales.
   Su marido tenía problemas de corazón y tres by pass en su haber. El día de vacunación del ganado, salió titubeando, la ambulancia no llegó a tiempo. La peonada se presentó ante la Señora, con boina en mano, dando el pésame. —A lo que Ud disponga Señora, aquí estamos.
   Hizo construir refugios cubiertos para todos los animales, era un campo gordo, ellas encantadas se alimentaban con comida de la tierra. La viudita (así la llamaban los peones) no aceptó venta de vaca alguna, andaban a su libre albedrío. Cada una  tenía su nombre, ella tejía en la galería y llamaba alguna, para darle besos y charlar un rato.
   Una mañana, el hijo más pequeño de un peón dijo haber encontrado algo raro al fondo del tanque australiano. Callada, sin pilas y rajada de lado a lado, la Noblex. —¿Qué hago con esto? -Preguntó el niño-.
   —Dejala donde la encontraste y vení que terminé tu pullover.
                                                               

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