La playa
ventoleaba todo el día, el mar enfurecía de noche, rugía. La naturaleza se
expresa sin avisar. Una sombrilla roja, donde se instalara comenzaba a rodar.
Milton la corría, la tela roja y amplia se transformó en un círculo estrecho.
Él la siguió hasta ver alguien lejano
asir la sombrilla y entrar entre dos médanos. Se sintió más tranquilo,
al menos no la llevó el viento, se encontraba en manos de otra persona, no está
sola. —Sr, busco una chica que estaba bajo su sombrilla roja ¿No sabe dónde fue?
—Las mujeres son
impredecibles, dijo que regresaba a buscarlo porque debía estar preocupado, también
dijo que lo quería mucho.
—Gracias por sus
datos, ya mismo la alcanzo, corrió a medio pulmón. Se detuvo, ella tomaba sol
con una bikini roja mientras mordía una manzana. Milton fue por detrás y le tapó
los ojos.
—Ya sé que sos
vos, me doy cuenta por lo torpe.
—Volvamos a
casa, Mamá estará enojada. ¿Por qué, si sabe que estoy con vos?
—Yo soy el
responsable de la tardanza.
La Madre los
recibió con un vaso de whisky hasta el borde.
—¡Qúe graciosos
se ven, Milton hecho un hombre y la Querubina todavía mi bebé, dame un beso.
—Estás borracha,
cuando se te vaya, sabemos que tu madrugón es al mediodía, te voy a dar un
beso.
La Madre puso
música de los 90. Invitó a bailar a Milton. Se zarandeaba como si fuera
adolescente, luego se colgó de Milton. —Llevame a la cama, todo da vueltas y
vueltas.
No pesa nada, no
me molesta llevarla.
Hay cosas que
debo solucionar, como dijo ella misma, soy un hombre y ésta es mi flia. Parezco
el Padre de mi Madre y mi Hermana. Espero que Papá vuelva pronto.
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