La Editorial
decidió publicarme, a condición que me atuviese a la pornografía. Me pareció
repulsivo, pornografía son las guerras y sus derivados.
—Ese material es
de venta garantizada, la gente tiene imaginario chanchito y de sus libros
provendrán las nutrientes.
Necesitaba la
plata y acepté. Empecé a escribir una historia basada en episodios irreales. La
Sra Montes De Roca quiso regalarse una fiesta privada, con media docena de
invitados jóvenes recomendados. Ni bien llegaron se tiraron a la pileta, la Sra
Montes De Roca, con un vestido de satén,
se quitó el calzón y el corpiño, se unió al grupo, nadó hasta el centro de la
pileta e hizo una plancha, casi fuera del agua. Tenía tetas compradas en Rumania y culo
hecho en Argentina. Los jóvenes, cuando le notaron hipotermia la trasladaron a
una cama redonda. No pesaba nada, puro gas. Le quitaron el vestido que uno se
metió en la mochila. Hicieron la representación.
Los jóvenes
debían pasarle la lengua por todo el cuerpo. —Estoy untada con dulce de leche y
crema, eso va a estimularlos.
Parecía
antropófagos, hasta que terminó el dulce.
—Ah, pillines,
pillines. Les faltó la guinda del postre.
Ellos nunca
vieron una vieja setentosa con las piernas abiertas y un spot que daba a la
guinda, haciendo volteretas, dentro de una vagina de uso excesivo. —Vamos,
vamos, al que se atreva le pago triple.
La Sra Montes De
Roca perdió la paciencia, tomó a cualquiera de los pelos y lo sumergió de
prepo. Encontró la guinda enseguida, los otros lo ayudaron a salir. Durmieron
sobre la Sra, era mullida y generosa en sus devoluciones felllatescas
………….
Le tengo que agregar más inmundicias, tipo se
la come doblada… Me levantó fiebre,
será por el cuento. Una se pone en el lugar de la mina que una inventó, voy a
buscar el vibrad…, perdón, el termómetro.

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