miércoles, 12 de julio de 2017

ALTERACIONES


   —Falta poco para mi parto y me duelen las muelas.
   —¿Todas?
   —Sí todas, hasta las del juicio final, extraídas de chica. Y estoy nerviosa, ansiosa, no puedo dejar de hablar. ¡¡¡Aaay!!! Doc, si Ud supiera cómo me duelen las muelas.
   —Abra grande la boca, más grande, más, incline ligeramente la cabeza.
   No hablé más, puso un aparato de tortura medieval que separaba la mandíbula inferior de la superior. —Esto no duele, quietita.
  Y llenó mi boca de anestesia con pinchos infinitos. No cuento lo del medio para no impresionar, pero sí el resultado.
   El Dr me extrajo todas las muelas y los dientes, por las dudas. —Hay que pensar en el bebé, si le hago una placa algún rayo se le puede ir a la panza y provocar daños colaterales.
   —¿Y tengo que hablar como mi tía Raquel, que le faltan todos, como si yo tuviera 99 años?
   —Calma, calma, no se me ponga histérica, le voy a implantar uno, no me hago responsable de las consecuencias.
   Llegaba a la nariz, pasando por el labio superior. No quise más inyecciones. La gente me miraba el diente y se reía. Tomé un taxi y empezaron las contracciones.
   Me llevó al Hospital, tuvo miedo que rompiera bolsa en su tapizado de tigre.
   Lo parí en el pasillo, me pusieron la peridural y entre nubes de felicidad escuché su primer grito, que tiempo más tarde se haría continuo y difícil de sostener. Lo quise ver para contarle los deditos, estaban todos, el bebé abrió la boca, como me decía el dentista. Miramos con horror, nació con dentadura completa.
   A la semana apareció el tachero —En el apuro y la comprendo, no me pagó el viaje.
   —Ya mismo se lo traigo.
   Sacó una bolsita de nylon transparente de su bolsillo —Esto lo encontré en la butaca de atrás, es suyo.
   Abrí la bolsa cuando se fue, había treinta y dos dientes.
                                                   

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