A mí los países interesantes
me interesan muchísimo y no tengo ningún interés interesado. Como es de público
y escaso conocimiento, mis más queridos son Irlanda, Polonia, Rumania y
Ucrania. Tengo dos amigos en Irlanda, que escriben muy bien y cantan con voces
cerveceras temas antiguos acapella. Una pareja polaca me fue a buscar al
Aeropuerto, no tuvieron niños, yo soy una especie de hijo putativo. Pertenecen
a una ONG que hace lo que puede como todas las ONG. Hubo diferencias al
respecto.
Aducían vallas
generacionales. Las visitas eran nutricias.
Quedamos en
vernos al año siguiente. A Rumania no podía dejar de ir, mi mujer es rumana.
Notable el amor que demostraba por mí, una semana era nuestro máximo aguante.
Nos encontrábamos dos veces por año. Hay un hijo con ella, que no sé qué
función cumple, dice que es mío. A mí no se parece en nada, igual es como mi
hijo.
Este año no fui
a visitar Ucrania, mi primo dijo algo así como “Qué calentitos los panchos”. Me
iban a sentar mal. Hoy lo llamé, sólo dijo —Todo bien, chau.
Fui igual, mi
primo tiene la desgracia de ser argentino y la gracia de vivir en otro país. Se
incendió el edificio donde trabajaba.
Compré dos pasajes
y lo invité a nuestro país. Aquí, me pareció un lugar protegido. Saliendo del
Super le pegaron un tiro. Sobrevivió y regresó a Ucrania —No te ofendas, primo,
por lo que viví, prefiero volver al lugar donde gracias a dios, nunca me rozó
ni un dardo. Allá sí me necesitan y soy bienvenido. Acá no me necesitan y soy
malvenido. Te expulsa este país, hasta despide olor a caca.
Me extendió la
mano helada, yo le calé mis guantes tibios.
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