lunes, 18 de febrero de 2019

GRACIAS TÍA



   —Escuchar música clásica te relaja, te traslada a órbitas que ningún astrónomo imagina.
   —A nosotros nos gusta el Hip Hop, Rock & Roll, Punk, Heavy Metal, es lo más, Techno, Rap, donde despegás de la tierra como si adentro tuvieras fuego que pugna por salir y todos se funden en bailes diabólicos. ¿me entendés, Tía Dora?
   —Más o menos, menos tal vez. ¿Conocen a Beethoven, Mozart, Vivaldi, Tchaikovsky, Brahms, hasta Debussy que es moderno pero no de mi gusto?
   —Y, Tía somos de generaciones lejanas, nosotros vibramos con el reggaetón, deberías probarlo. Yo protegería que no te desmayes.
   —Les voy a brindar una fiesta de tres días, mi piscina de concha vertiente, tendrá música subacuática. Para ustedes, birra, para mí champagne. Traigan sus parejas, sacudones electro, bailados remontan el cielo con una mina al lado, alrededor.
   —¿Qué pensás, Tía Dora?
   —A tu edad, esos maravillosos años, donde jugar dura una eternidad y no se piensa el después. -Le contó la fiesta, una trilogía inolvidable.- La casa no tendrá muebles para ser ocupada con músicas y competencias no melindrosas, hablaré con el Comisario, para que olvide que esta fiesta existe. Ausente de drogas y deformaciones químicas. Te voy a pedir sólo un regalo, el epílogo tendrá unos viejos músicos, genios de su tiempo, que ejecutarán la Novena Sinfonía de Beethoven. Ahora vos te quedás lejos, sobrino de mi alma.
   —Recordé a Mamá, cuando quería que te murieras, Papá no se quedaba atrás. Fueron muy crueles, Tía, me regalaron a vos, al día siguiente de mi nacimiento. Yo los perdoné, te tenían envidia, seis maridos y veinte novios, fuiste una vanguardista.
   Tiene que saberlo sin mí, tiene fotos, cartas y una enorme indiferencia, me miró raro cuando besé a su Padre. Él venía todas las tardes, para ver cómo crecía. Una situación incómoda. Memé lo entregó y su Padre estuvo de acuerdo. Nuestra pasión, al menos de mi parte, fue más intensa que el fuego. La primera vez que me pidió dinero y luego se hizo cotidiano. Empecé a negarme y apareció Memé: 
—No quiero ver al chico, escondelo, nos salió mal, Dora, me voy, tiene el motor en marcha.
   Cuando escuché el auto en la curva, sentí náuseas, miré el reflejo de mi cara en el espejo y tuve una epifanía.
   —Sobrino, vení, vamos a compartir la organización de la fiesta?
   Se sentó al lado y su cabeza derrapó en mi hombro. Yo en silencio, les agradecía haberme regalado el hijo que nunca hubiera podido, soy estéril. La historia es reservorio descartable.
   —Tengo que decirte algo, Dora, -me abrazó- gracias Tía.

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