domingo, 24 de febrero de 2019

CAMINOS



   Su techo era el cielo, su cama el pasto, su refugio los árboles, para las deposiciones tenía letrinas abandonadas, conocía las direcciones. Sus baños predilectos eran las lluvias del verano y en el invierno aguas termales que descubrió andando la tierra, libre de personas. Para Adán, el animal más peligroso del mundo era el hombre.
   Frecuentaba basurales a cielo abierto, para encontrar ropa, cubrirse y poder entrar a la ciudad a mirar cómo crecían los edificios y desaparecían plazas y árboles. Esquinas sin ochavas, quedaba una, fue un Almacén de Ramos Generales. Su Padre, Dionisio, lo llevaba de chico a tomar media copita de grapa. Cuando murieron los dueños del Almacén, más tarde su Padre, Dionisio. Quedó la hija de los dueños, Violeta. Para descansar de la Naturaleza, Adán propuso a Violeta, realizar una instalación en el Almacén con pedazos de requechos citadinos, azulejos antiguos, dinteles encontrados en baldíos, pedazos de balcones con botellones. Les llevó cuatro años, pero era la casa más exótica que podían ver los pocos que gustaban pataperrear. Cuando aparecieron turistas a sacar fotos o filmar la casa, solicitarla para escenas de películas, Adán daba consuelo a Violeta, que lloraba y decía: —Es como si violaran la casa de mis Padres, nuestro trabajo, el increíble resultado, no entienden nada, renuncio, Adán. Vos tomá tu propia decisión, yo me voy.
   —Violeta, conozco lugares donde te prometo el mundo real y mágico de la Naturaleza, libre del despreciable ser humano.
   Atravesaron la ciudad caminando y dando los adioses al lugar del maltrato. Violeta no podía creer que Adán conociera lugares tan bellos y adaptaciones que le fue enseñando.
   —Violeta, nos une estar juntos y compartir, pero no mezclar, tal vez te resulte extraño, pero no quisiera que encuentres un árbol de manzanas, tomes la más brillante y me convides, así se pudre todo.
   A Violeta le pareció raro el pedido y más tarde lo olvidó. Un día, de algún mes, encontró una manzana tan perfecta que le dio un mordisco, era blanda como una nube húmeda de dulzura. Se acercó  Adán y ella lo convidó. Aparecieron los convites del cuerpo, los confites de la boda, el traslado a la ciudad, el nacimiento de dos hijos, las peleas, el divorcio y el rencor.
   —Es por eso que la manzana, se come, pero no es conveniente convidar un cacho.

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