domingo, 10 de febrero de 2019

RELACIONES SIN PELIGRO



   María José sufre los embates del calor, vive en casa de lata, allí Padre y Hermanos, se meten todos juntos, en un pozo que llenaron de agua, forrado en poliuretano. La Madre vigila, a ver si se le ahoga alguno. A María José le da asco sumergirse en esa mugre de todos. Se va. Nadie se da cuenta, son muchos hermanos. En la esquina la espera José María. Recorren el barrio de los ricos, que están de vacaciones tres meses. —¿Vos te das cuenta las piletas que tienen todas las casas?
   María José desfallece, atraviesa el ligustro perimetral y se tira de cabeza al agua, se olvida que tiene un vestido viejo, que arrancó el ligustro. Está desnuda.
   —Si te tirás, cerrá los ojos, estoy desnuda, me da vergüenza.
   —María José, yo también estoy desnudo, te conozco del Pre Jardín, vamos a nadar por abajo del agua, parece cristal, acordate que hay playas donde toman sol y se bañan desnudos, hombres y mujeres. Estoy de acuerdo, comen panchos, toman birra, pero ninguno abusa del otro. Ché, la pile de al lado tiene un sector de hidromasajes, yo me paso.
   —Esperame, José María. ¡¡Uuy!! Lo que es esto, tiene escrito los metros de profundidad. ¡Máximo cuatro!
   Ve emerger a su amigo, le dice que al llegar abajo, se dé impulso con el pie. María José salió con cara panicosa. —¿El hidromasaje está climatizado?  
    —Buena idea, descansemos, tiene reposeras de mármol y chorros por todas partes.
   Sintieron la tranquilidad del agua tibia y el masaje intermitente, cerraron los ojos, ella lo miró y José María tenía el pitulín parado como rama de árbol. Él admiró el pelo de María José, que se abría en el agua como un abanico.
   Los dos se asustaron, a ella se le tiñó el pelo de rojo, en vez de pis le salía sangre. Los dos se abrazaron, de miedo, de asombro, de ganas desconocidas.

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