En tres meses
debía estar terminado. Él sabía que me encontraba perdido, me conoce desde el
primer libro y le gusta que me pierda, cuando me encuentro escribo, corrijo,
modifico y si la trama se pierde, dejo. Me doy el traslado y limpiando la
encuentro.
—Vuelva a su
tarea! -Le digo con enojo-.
El
viejo calculador del Editor, dice que sin trama, lo que hice se transforma en un
disparate. —Yo hago las correcciones e imagino que sos vos.
Le veo los ojos
de lobo hambriento, es capaz de construir un mamarracho, que no parece, gracias
a mi principio y mi repugnante final.
Le llevé el
libro completo. Lo leyó con hambre, lo terminó. —Es mejor que todos los
anteriores, igual le voy a quitar pedazos reiterativos, aburren.
—Quiero verlo entero
en letra de molde, pero su intervención cortaría mis derechos de Autor, lo
quiero tal cual o me lo llevo. Vos dirás.
El Editor piensa
que esas manos de rata se volvieron feroces, gracias a él. Tiene virtudes y no
le importa el dinero. Vive casi a la intemperie y el material lo toma de esos
lugares, o los piensa antagónicos. Cuando le doy un buen vuelto, lo toma y lo
reparte. Además me apunta con un revólver. —Si no lo publicás te mato, firmá
aquí, ahora.
Era un
expediente largo, donde yo pedía perdón y me mostraba arrepentido, igual me
suicidaba, no encontraba otra salida. Me dio el arma y yo mismo disparé en el
interior de mi boca.
Él no dijo nada
y se fue dando un portazo. Dejó un papel pegado del lado de afuera: “El Editor
suicida, pierde sangre, mancha borradores. Es una pena cómo desaparecen mis
palabras.”

No hay comentarios:
Publicar un comentario