domingo, 27 de junio de 2021

BESO

 

   La consigna de las mujeres dependía de un cafisho. Las mujeres entregaban todo, menos la boca, una manera de preservar algo del cuerpo.

   Tenían pseudónimos, los nombres verdaderos estaban en los documentos, que el cafisho guardaba para que no se fuera ninguna. Una mujer joven, no muy hermosa, se llamaba Feli. Tampoco era armoniosa su presencia cuando trabajaba. Pero lo hacía tan bien que muchos clientes estaban satisfechos. De las mujeres, Feli se cotizaba, se enriqueció allá y enriqueció al cafisho que no tenía ningún nombre, para su seguridad.

   Él estaba perdido por ella, hasta le respetaba la boca, todas las noches que se encontraban.

   —Hubo cosas feas y jodidas en mi vida, desde chica pasé de mano en mano. Ahora quiero tener mi propio bulín. Para eso necesito mis documentos que el cafisho se niega a de devolver.

   Dijo Martirio:

   —Si nos das trabajo en tu negocio, nosotras le vamos a robar todos nuestros documentos.

   Nos escapamos una mañana temprana. Llegamos al bulín cuya casa tenía una cierta nobleza. Vinieron muchos clientes que conocía de antes y otros nuevos, farabutes y conchetos que pagaban en dólares y no esperaban el vuelto.

   Feli era la Madama de aquel lugar. Por respeto nunca la convocaron, logró tener una postura digna y distinguida. El cafisho apareció solo, estaba quebrado y pidió acostarse con ella. Feli lo aceptó de inmediato: “Estoy conmovido ¿y si nos juntamos?” Ella se colgó de su cuello y le contestó un: “¡Sííí!, hasta te voy a permitir que me des un beso en la boca.” 

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