Luego de tanta
voltereta y para asombro de María, los dos se acercaron a la casa, vivitos y
coleando, igual que dos serpientes.
—María ponete
este delantal y limpiá el polvo que dejó el incidente.
—Vos y
Gerineldo, recién se enteran, apareció el Covid 19, es mejor que nos metamos
adentro, el único modo de no contagiarnos entre nosotros. El delantal tiralo o
ponete a limpiar vos. Acá les tengo barbijos, no se los quiten nunca. Vamos,
vamos. Debo cerrar la puerta y sopletear la casa con alcohol 70%, eso, de ahora
en adelante lo van a hacer ustedes.
— ¿Y para comer
cómo hacemos?—preguntó Gerineldo, el más glotón.
—Se ponen
sorbetes por debajo del barbijo y vamos a tener que licuar nuestros alimentos.
—¿Y para
ducharnos, cómo se procede?—interrogó Pirola.
—Es muy
sencillo, te bañás con el barbijo puesto, de paso te lo lavás, que ya lo tenés
mugriento.
—¿Y el niño?
—Mi bebé está
inmunizado, no precisa nada, y vos Gerineldo, bañate primero, que tenés un olor
que da náuseas.
Por la noche
escucharon unos ruidos extraños, provenían de los zócalos de toda la casa. La
histérica de Pirola descubrió que las paredes se estaban rajando.
—¿Por qué no nos
mudamos a otra casa?
—Vos, además de
estúpida no entendés nada. Heredamos una casa de doscientos años, es una
reliquia que nos pertenece a todos. Si nos olvidamos de los amores
contrariados, la podremos reparar.
Pirola puso cara
de “no te doy bola” y cuando se miró el cuerpo, estaba cubierto de hormigas
negras y rojas.
Nota de la
Autora: Continuará.

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