miércoles, 10 de octubre de 2018

SABÍA



   —Una entrega, una devolución, un consuelo. Pero es su marido.
   No se da cuenta, necesita más que el mezquino afecto de Trini.
   —A ella no le importa ¿sabés que duerme solo?, no le aplica la inyección, olvida las píldoras, la comida se la lleva Amparo. No puedo presenciar el ocaso del tipo que nos hizo reír toda la adolescencia. Me acuesto con él casi todos los días ¿vos te creés que a Trini le importa? Al contrario, le hago el favor de no tener relaciones.
   Ella se ocupa de él mejor que en el Sanatorio, las inyecciones no las siente, jamás olvida una píldora.
   Vino el Médico, visita de control, habló con Cielo, como si fuera la enfermera. Entró Trini simulando un ataque doloroso. Con gritos y angustia. El Médico la abrazó y ella le lloró en la solapa. Una función de teatro.
   —¿Hay posibilidad de remisión?
   El Médico la miró a la cara. —Yo a mis pacientes les digo la verdad, no, no la hay, su esposo ya lo sabe. Se enteró antes que nadie.
   Trini siguió llorando con lágrimas mendaces, “qué tipo resistente para morir, se prolonga por los servicios ñoños de Cielo. Esta noche la jeringa la cargo yo. Ella, tan triste, no lo advertirá. Para Cielo tengo té de lejía, eso se llamaría matar dos pesados y parir una mujer única heredera.”
   Por la mañana Amparo llamó al Doctor, de urgencia, la Señora Trini tuvo un paro cardíaco terminal.
   El Doc se retiró pensando que la muerte de Trini era una ironía o un castigo. Se olvidará como casi todos los seres del mundo. Y el Doc de eso, sabía.

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