—Creo que con lo
que tiene en la cabeza, lo mejor es que usted se lo explique. En el contenido
de sus pensamientos ninfotanáticos, a Ud le gustaría que el David de Donatello
la poseyera frío y de mármol. Sucedería que moriría, reventada por el kilaje
del mármol. Sólo un ciego no vería cuán testaruda es. Hay que hacer un puzzle
con los pedacitos que le dejó aquella experiencia. Puede encontrar una forma de
deformación congénita, siga Ud, porque me está quemando la cabeza.
—No lo quiero
presionar, pero es su oficio, ya tomó sus vacaciones. Ahora escuche, es un
horror de diagnóstico que me considere ninfotanática, poseer es tener y yo me
tengo a mí misma, con eso me sobra. Conozco la escultura del David y me parece
un putito efebo y coquetón. Los pedacitos están unidos, no son deformaciones
congénitas. Recibí golpes, palos, trompadas, submarinos de chocolate y de los
otros. Ud sabe. Su delirio lo supera y mi ausencia de proyectos me supura. Su
ayuda completó lo que pensaba y el tiempo que empleó en mí, le fue abonado. Hoy
es mi última sesión, Ud es el mejor, por eso tiene pacientes que lo aman y
otros que lo detestan, pero seguirán viniendo.
Nos dejamos
aquí.

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