No me gustó para
nada lo que hiciste en la reunión, te mando esta carta para que Juliana te la
entregue en mano, ella es una mujer de palabra, incapaz de hurgar en nada, ni
en nadie. Un soldadito. Por eso, después de vos, quedó tan asustada que no se
le conoce otro hombre. Con la segunda copa de vino, te agarraste un pedo
alegre, subiste la música y casi le rompés un brazo a la mujer de Robledo, para
bailar tu tema preferido. Él no dijo nada, pero vos sí, sos sensible, que no
quiere decir que seas bueno. Le viste el odio dibujado, el odio antiguo, bajo
control para no matarte. ¿O no te acordás lo que le hiciste al hermano? Y
cuando ibas por la tercera copa, sin haber comido nada, le vomitaste los
sillones a Flavio y sabías que eran de sus padres, el único recuerdo, el resto
se lo llevó el fuego. Lo llamaste loser a Camilo, por ser Médico de campo. Se
puso rojo de ira, te mandó al carajo. Bien merecido y se quedó corto. Antes que
llegaras había una atmósfera de paz sin olvido.
Se juntaban los
abrazos bien llorados y los que ya no estaban, tuvieron sus presentes bien
gritados. Pero llegaste vos y los metiste en un rincón para joderles la memoria
de los años. No me gustó que no fueras capaz de ponerte de rodillas y pedir
perdón por no haberte suicidado.

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