Me tortura en el
sueño, hasta de eso dudo, ¿no seré yo?
Apareció la
mujer, para mí casi una niña, yo quería saber de él, durante todo este tiempo.
Ella se reía, decía que era feliz, bailaba mejor que en un boliche cualquiera,
tenía el pelo muy largo y eso la hacía parecer más joven todavía, me lo
enrostraba y me odiaba, se fue y dejó todo oscuro. La llamé para irme y no
aparecía, se había ido. Me arrastré hasta el ascensor, tenía paralizadas las
piernas y justo cuando entré, salía él, que me levantó del piso, de las axilas,
no de la cintura, mejor, yo estaba vieja y gorda de panza, no era un filamento
como él me conoció.
Pareció no darle
importancia, pero tenía ganas que yo supiera de la mujer, entonces fue que le
dije: —Te está chupando la vida, no seas tonto, dejala, dejala como hiciste
conmigo.
Él contestó con
un “no”, quería él contar, se recibió de Abogado, le ocupaban otras cosas la
cabeza, ir al Sur en bicicleta y boludeces así. Apareció la pendeja con un
pendejito que le nació antes de conocerlo y pensaba tener otro con él. A ella
le aviso: —¿No te das cuenta el monstruo que encierra ese ser, con el adentro
vacío?
Salió caminando
cabeza abajo y cantaba sin escuchar. Yo lo saqué de algún cuento y lo tomé como
un amante ignorante, recuerdo con la memoria, no tengo ni fotos viejas. Pero
cuando sueño, siempre caigo en ese tiempo, antes no había una mujer.
Ahora es un
nuevo castigo, que yo misma me inventé. Asaltan las pesadillas y permiten que
duerma despierta, tienen varios capítulos, como en las series de Netflix,
pueden aparecer en mis cuentos, donde existe el mismo núcleo para el final,
igual en todas las pesadillas me olvido la cartera, no sé dónde la dejé y
cuando despierto encuentro que lo único seguro es que perdí la cartera.

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