Compañeros del
mismo building, una vez que estos presentaron quiebra, Rodrigo Peralta y su primo,
Sebastián Elguera, haciendo acopio de dineros sin honra, decidieron asociarse
en el negocio de emprendimientos
inmobiliarios en cualquier lugar del mundo.
Consultaron con
sus respectivas esposas, Melania y Chichí, dónde les gustaría instalarse, las
dos eligieron Cancún, cuna de las invasiones turísticas y las inversiones con
réditos. Los maridos trabajaban, viajando a lugares donde invertían lo
sustraído y lo que estaban sustrayendo, luego cerrado tal o cual negocio,
dividían fifty fifty. Las chicas que estaban en plena menopausia, con múltiples
cirugías, no superaban los veinticinco años y aprovechaban los viajes de sus
maridos, para intimar con jóvenes conchetos que no precisaban salir de aquel
paraíso, porque ignoraban a cuánto ascendían sus fortunas.
—Está perfecto
lo que hacemos, no te pongas paranoica, Chichí, acá no nos conoce nadie, y mirá
esos cuerpos dorados.
Chichí hasta
soñaba con ellos y utilizando las distracciones de Melania, miraba al chico de
exigua malla, deteniéndose justo ahí, en el paquete generoso y verdadero, sin
duda alguna. El problema, es que primero lo descubrió Melania y se lo hizo saber
a su amiga, con entusiasmo. Estaba dispuesta a todo, pero no a perder a su
amiga, por un joven, que los había a montones, además Chichí era leal como al
dinero de su marido, que es decir bastante.
Llegaron a
conocer a cada quién su cada cual. El joven de Chichí, sincero pero cruel, le
dijo: —Yo sé que esa cara no es tuya y las tetas son tan livianas, que me
suenan a bisturí, ese Doctor loco, que anduvo en tu cuerpo mucho mucho más que
yo, ahora como tributo, lo que entregué de mi parte, para hacerte disfrutar, es
una pavada, son quinientos mil dólares. Mi compañero, que está con Melania, le
cobrará la misma cifra. No queremos que dejen de ser amigas y nos sepan
perdonar. Éste es nuestro trabajo y es bastante agotador. Recién llegaron dos
pendejas, de dieciocho y de veinte, a ellas sí no les cobramos, son ingenuas,
son divinas. Juramos que vamos con ellas a otra playa, para no hacerlas sufrir.
—Melania, nos
tenemos que ir de acá, cuanto antes. Estas chicas que llegaron son la tuya y la
mía.
A Chichí le
sorprendió tanto, más que lo que tuvo que pagar.
—Y bueno,
Melania, fue un sueño bien disfrutado, ahora tomamos un avión privado y vamos a
visitar a los viejos chotos, después de todo, lo que roban se lo gastan en
nosotras. Vamos a devolverles lo que aprendimos y más. Es lo menos, pobres
viejos.

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