Varias aulas
tenían horas de clase, con el Profesor más alegre, histriónico, creativo y
además con talento. No existía faltar al Colegio, a los que le dolía la cabeza,
los agarraba de los tobillos y los tenía tres minutos perpendicular al piso y chau
dolor. Al principio era un mareo placentero y después nos curábamos. Hacíamos
quinta y los frutos y las hojas sustentaban un almuerzo nutricio.
Teníamos turnos
para limpiar la cocina y otros se encargaban de los pisos. Prescindíamos de
Portera. El Ministerio de Educación lo premió con una medalla por su invención
del libre albedrío pedagógico. Abolió las notas, todo teníamos siete.
Los fines de
semana lo extrañábamos, eran sus días libres, para estar con su novia. —¿Vieron
los ojos del Maestro Tupac los lunes?, los trae entornados, la novia debe ser
más jodona que él.
Habla por
celular en el recreo y es ella, porque se escucha: “Sí amor…, te lo juro, amor.”
Todos dedujimos que la novia de Tupac, se llamaba “amor”.
Hace tres años,
él empezaba las clases llorando y no se podía detener. Todos estábamos tristes.
Tupac no comía ni dormía, dedicaba el día entero a llorar. Fue la Directora y
le preguntó qué le había sucedido. —Mi novia me dejó y este dolor me hace
llorar día y noche.
A esa altura no
podía contestar, sólo lloraba. Como no dictaba clases, el Ministerio de
Educación hizo saber que ese año lo dábamos por perdido, eso decía el
Protocolo.
Nosotros íbamos
igual al Colegio, leíamos nuestros libros, unos a otros, dábamos exámenes
frente al escritorio vacío y nos poníamos siete a todos.
Un día de sol
nos sorprendió, entramos a las aulas y el agua nos llegaba a las rodillas.
Tardamos en darnos cuenta que no era una cañería rota como todos supusimos. Con
el agua a la cintura, estaba Tupac, de sus ojos provenían lágrimas, con la
fuerza de dos cataratas, quisimos sacarlo de allí.
De a poco las
lágrimas mermaron, Tupac se puso de pie.
—Ahora les doy la
primer Clase, necesitamos todos los secadores que tengan en cada casa. Nos van
a quedar las columnas y los brazos, hechos pel…digo cansados.
Mientras él
pasaba el secador como un campeón de secado, hablaba solo, era natural después
de tanto silencio.
—Esa zorra de
mierda, las cosas que me hizo pasar y yo le decía amor, a la traidora que se
fue sin avisar y me hizo quedar como un boludo. Lloré hasta que me sequé y
ahora quiero tomar toda el agua del mundo, para poder olvidar y a la turra
putarraca, que se vaya a recagar.

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