—La chica Veriver
vive sola, tiene una casa Ex Embajada de Catapultala, le dan ataques de gritar
las noches de media luna.
Hacía tiempo que
vivía a una cuadra de las Carmelitas. Me sentía segura y como no leía diarios,
ni escuchaba, ni miraba, no supe de las valijitas y las valijas, de la
complicidad de las monjas con el poder. Mis sobrinos me contaron y yo les decía
que sí con la cabeza. Igual me daban seguridad y a lo mejor lo que decían eran
mentiras.
—Yo también
escucho sus gritos, Miss Mary, pero como Veriver quedó sola cuando los Padres
se fugaron a Catapultala. Antes hablaba, decía que volverían por ella cuando
las aguas calmaran. Sería mejor consultar con la Srtas Wilson, su Padre también
era Embajador, pero enemigo acérrimo de Catapultala. Es más, decía que ese país
ya no existía, como era una islita, con tres bombas lo desparecieron.
—Me parece
necesario salvar a la Srta Veriver, vamos las dos Miss Wilson y Mrs Benethon,
que soy yo. Nos reunimos tres horas antes y a la chica catapultanesca le avisamos por el
muro alto que la encerraba, cuando hayamos acordado todo tres horas después.
Ella no quiso
salir, tenía más miedo que ganas de escuchar. Nosotras le gritábamos, —Tenemos
tu solución! Y hacenos pasar, mi querida Veriver.
Cuando entramos
a la sala de recepción parecía una selva con senderos. De cada baldosón roto,
salían especies extrañas de flores rojonaranja y palmeras tan altas, que habían
hecho un enorme agujero con luz. Para nosotros fue como estar de vacaciones. En
el patio de la casa, había una alberca y toda clase de reposeras de bambú y
sedas añosas. Después de recorrer el paisaje, miraron a Vetiver, cruzada con
varios vestidos de andrajos y un cuerpo tan bien repartido que parecía una
cariátide de gláciles movimientos.
Agradeció que
diéramos cuenta de su existencia. Pidió perdón por los gritos, pero llegaban
los veinte y no daba más de ganas…de ganas de ser feliz.
Su Madre se lo
decía: —Esperá la media luna y gritá con toda tu voz.
Tal vez, por
olfato, los primeros que aparecieron fueron dos lobos violentos, con tantas
ganas de amar que le mordieron el cuerpo y le pasaban sus lenguas ásperas para
curar las heridas.
Una vez saciados,
los lobos se retiraron. Muchos dicen que fueron a las Carmelitas, donde fueron
recibidos como novios que se perdieron.
Luego de aquella
pesadilla, aparecieron hombres de edades disímiles, pero viejos ninguno. Ella
contaba: —Una vez curada seguí con mis gritos, tan altos, que aparecieron siete
hombres con sungas de distintas Embajadas aledañas.
Y entendían aquellos
pedidos de la Srta muy distinguida. No esperaron la media luna, arremetieron
como si de una batalla se tratara, el que llegaba primero, obtendría media hora
con la Princesa insaciable. Uno de pelos trigosos, de postura “déjalo ser”,
casi igual a Miss Mary, se presentó vestido y tomándole la mano le pidió que le
contara cómo fue su vida y esos gritos dando pena, ¿por qué encerraban tanta
soledad? Ella le relató con voz de niña, después le contó de él. —Mi Madre es Miss
Mary, todos la ayudaron a esconder ¿viste cuánta hipocresía, manipular familias
tan normales? Quiero que durmamos aquí los dos solos, pedir que se vayan todos.
Mañana se amarán nuestros cuerpos. Y por favor, no cuentes más lo de los lobos,
vos sabés que es puro cuento.

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