domingo, 11 de agosto de 2019

FUTURISMO



   No sé por qué los personajes son siempre él y la ella, sus nombres no existen. Los cuentos tienen principio, medio y final, en todas las ocasiones. Si quiero cambiar el principio por el final, el medio queda huérfano como diciendo ¿yo dónde voy?
    Mis amigos solidarios me generan algunas ficciones, reales, si abrís una canilla, sale agua, si no hay algún corte imprevisto, en las personas es igual, se corta y deja de fluir hasta que llega el sodero y les ayuda a destrabar. Ella siente un gran alivio y lo corre hasta el camión. El tipo, no quiere saber nada, ya le hizo un buen trabajo. Llegó justo el marido que estacionó atrás del sodero. La mina dudó de ella, olvidó que estaba casada con el gordo barrigón. Hacía tiempo que el gordinflón lo usaba en algún otro lado y ella quedó tapada, por más fuerza que hiciera no le salía nada. Todo mal, casi se muere, pero el hijo del Sodero tuvo piedad y con la sopapa del baño le creó un alivio inmediato.
   —No le cuentes por favor a ninguna de mis vecinas, o todas empezarán a decir que me encuentro mal servida. Yo me acostumbré a que nunca pasara nada, sobre todo con el gordinflón, un oprobio si lo hubiese permitido. Pero con vos no sé qué me pasa, si estuvieras afin, pasamos a la otra pieza. Es correcto como procedas, viste que ahora cualquier cosa está de moda y me podés reciclar. El dinero que ahorré para un viaje, me lo gasto todo en vos, ya imagino que si no pago, recibo lo que recibo. No me imagino pagando. Dejá que abandone la birome, porque de este cuento inocente, la pornografía está presente del brazo del disparate.
   Cuando era chica contaba cosas a mis Padres, Tíos, Abuelos, hablaba todo el tiempo y sólo me detenía cuando el oyente se iba, diciendo: —¡Pará por favor de hablar y decir más disparates!  
   Ahora que lo recuerdo, tenía ganas de disparar, de irme de esta familia nuclear burguesa, lo más aburrido que hay. De grande seguí hablándome todo, hasta mi primer Analista, se dormía cuando le hablaba. Cuando me daba cuenta, me iba de la sesión y no le pagaba nada.
   Cambiaba de Analista dos o tres veces por año y con todos era igual, se dormían antes del final. Después me llamaban sin disculparse, para abonar lo que debía. Yo les contestaba: —No le puedo abonar, porque me estoy durmiendo y quién sabe cuándo despertaré.
   Gasté mis energías en muchas cosas más, que no pienso relatar, porque esto no es una autobiografía. Ahora se me dio por escribir, igual tengo los diarios de mi infancia, que también fueron escritos con denuncias familiares o descripciones de los viajes o cómo robaban en casa, las chicas de la limpieza.
   No voy a empezar con el conflicto principio, medio y final. Empezar con un cuento que salió de la nada y boyando descubrí. Jamás voy a dejar de ser una niña, ni aunque tenga setenta o ciento dos. Una cosa que me olvidé de escribir, la realidad de los sin techo, eso es pornografía.

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