—¿Aquí hay que
ser muy alta para que me atiendan cuando me toca?
La Panadera no
terminaba de entender.
—Recién hice la
cola y cuando llegó mi turno se colaron cinco señoras y un señor. Cada vez que
vengo me hacen lo mismo.
La mujer, que
era medio sorda, le preguntó cuánto quería. —Tres flautas largas bien tostadas
y de regalo dos tortitas negras con mucha azúcar.
Le estaban por
cobrar. —¿Cómo de regalo? ¿No las vas a pagar?
Se veía que al
marido, le gustaban los chicos, me regalaba siempre dos tortitas, en cambio la
mujer era pijotera, por eso él siempre tenía cara de triste. —Disculpe, cóbreme
el pan y las tortitas no las llevo.
Yo llevé la
plata justa y me dijo que había de menos, mañana se lo pagaba. Cuando llegué a
mi casa, le conté a mi Mamá, ella se enojó mucho, nunca se enojaba poco, siempre
era mucho. Dijo que yo no me sabía defender y que la Panadera era una hija de puta.
Ya se iba a trabajar. —Cortá el pan en rodajas y en el horno hay pastel de
papas, mirá que está caliente, sacalo con agarradera. A tu hermano servile poco
y decile que no coma todo el pan.
Eso lo dijo al
final, la bufanda se le quedó atrancada en la puerta. Me acordé la película de
anoche, el asesinato de una mujer con una bufanda enroscada entre su cuello y la
rueda del auto, le apretó tanto al salir tan rápido, que se ahorcó, la lengua
le colgaba. La actriz era idéntica a mi Mamá. Se me ocurrió una idea, cuando
Mamá subió al auto, con la bufanda alrededor del cuello, le até la punta que
trabó al salir y la enrosqué en una rueda. Se desató del cuello, frenó el auto
y la vio hecha un harapo en esa rueda maligna. Puteó en francés, pensando que
yo no entendía. Se fue tan rápido que no le pude dar el beso de despedida.
El primer
intento de matarla me salió mal, pero no faltará oportunidad, como dice mi
Papá, cuando Mamá se sube al techo y baja salteando un escalón roto.

No hay comentarios:
Publicar un comentario