viernes, 30 de agosto de 2019

EL DESAMPARO



No vive en una casa, no come en una mesa, tiene un Padre que se fue y una Madre que ni puede imaginar. Ningún amigo para caminar, ni hermano. Hay un basural a cielo abierto, allí procura su alimento, hay cada vez menos comida. Uno que lo llamó: —Amigo, esto te lo regalo.
   Después de escuchar a muchos decir “Amigo”, era una forma de atender alguien desconocido. 
—¿Cómo me vas a regalar un chorizo crudo con gusanos? ¿Qué te pensás que soy?
   El Amigo se revolcó en la basura. —Sos un tipo igual que yo. ¿Vos te pensabas que eras mejor? Andá! Andá, antes que me arrepienta, de algo que se me ocurrió.
   Él siguió caminando hasta que terminó la basura, en un límite de alambre de púa, donde colgaban estampitas, trapos atados, gatos muertos hacía mucho, un rosario por la mitad y tres chimangos vivos que volaban y volvían, más feos que el chorizo con gusanos.
   Cuando pudo pasar una tranquera que decía “Prohibido Pasar”, lo rodeaban pinturas que decían “Puto”, “andá a la mierda y cómela” y cosas, por escribir alguna pelotudez. Aprendió a leer en la calle y a escribir viendo a otros en casa, se notaba, tenían aerosoles y se reían de sus dibujos porno y los nombres que dibujaban.
   La noche del basural se le durmieron las piernas y cayó bajo unos fresnos hojudos y soñó que era su casa y el techo eran las hojas.
   Escuchó un motor que se acercaba, por suerte no era la yuta, era un auto hecho pelota y una pareja que salió y se dedicaron a coger, eran más chicos que él. En el momento más álgido de la pareja encontrada, él sacó su revólver grandote, que le habían regalado en el basural, hacía unos días, fue un regalo que en algún momento iba a usar.
   Entonces le disparó al tipo y después a la mujer, los remató por si vivían. Les buscó en los bolsillos, tenían 250 pesos y un celular nuevo, que él mismo atravesó con una bala. —¡Uy dios, lo que me perdí!
   Subió al auto hecho pelota y anduvo derecho cuando agarró la Avenida. No había nadie en la calle. En una esquina hubo dos yutas que le tiraron una mochila adentro del auto inservible. Y jugaron a ver cuántas balas necesitaban para matar al pendejo, con una era suficiente. —Te dije boludo, las demás son laburo, hay que juntar los casquillos, son cinco. Rápido, vamos, antes que algún forro nos vea. Tengo hambre de pizza a esta hora y con nuestras pilchas, no tenemos que pagar…qué cosa rara me pasa, cada vez que matamos un pendejo, después me dan ganas de festejar, con una empanada y un vino…terminamos nuestro turno.

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