—¡Sí hola Liz,
me hablás justo ahora que estoy haciendo milanesas, faltó la chica y estoy
hasta las manos.
Está haciendo
esas porquerías que llenan la casa de olor, no quiero salir con olor a fritanga.
—Liz, no puedo
quedarme con tus chicos hoy, me olvidé que hoy tengo que apretar con tu marido,
quiero decir que tengo la agenda muy apretada y vos sabrás mejor que yo. Tincho
te saca el stress, con cualquier postura de yoga. Donde trabaja él es
obligación, me dijo que a los compañeros no se los banca, me invitó a hacerlo
solos. Nos llevamos re bien. Si algún día querés venir, avisanos cuándo.
Estoy tan
acostumbrada y feliz, nos vemos todas las tardes, menos sábado y domingo.
El marido de Liz,
es un amante feroz, en cada encuentro me deja marcas imposibles de esconder. A
veces me hago un tatuaje, pero después de tanto tiempo, Tincho se caga de risa,
dice que parezco un florero.
El finde es una
tortura, mi marido me hace el amor con un sólo empujoncito, si toma champán,
son dos o tres empujones, para no sufrir de tal modo, imagino la cara del marido
de Liz. Por suerte no somos un matrimonio. Eso no es algo sano, te produce
indiferencia y la adrenalina no existe. Amo todo lo prohibido, pero que hagamos
el amor de a cuatro, me parece un asquete, sería indigno y una falta de respeto
a algún mandamiento, que no recuerdo. Pero lo que sé y de ello estoy segura,
que para mí sería un duelo, la muerte del deseo, dos ya somos un montón.

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