jueves, 18 de marzo de 2021

LA VIDA QUE NO FUE

 

   Pasar de la llanura eterna a vivir elevaciones de piedras, bosques, piñoneros, retamas y espliegos. Frente a nuestra nueva casa, pasaba un arroyo donde el agua corría y nos dejaba hoyas para tomar baños en el verano. Agujeros de piedra que parecían darnos masajes en la espalda. Había noches de calor que nos metíamos desnudos.

   El pueblo era endogámico. No sabíamos quienes vivían en esas casitas, siempre permanecían con sus ventanas cerradas y las puertas igual, como si no viviera nadie. Me pareció una buena idea ir casa por casa para informarles que éramos vecinos recién llegados. Íbamos cargados de flores de regalo. Tocábamos timbre, golpeábamos y alguien nos atendía a través de mirillas exiguas que cerraban de inmediato.

   No éramos bienvenidos. Fuéramos donde fuéramos. Nos miraban con desconfianza y ganas de expulsarnos. Hasta le pidieron al Intendente que nos echara, adujeron que no éramos trigo limpio.

   La poca gente que encontrábamos, vestía capuchas negras, vestidos hasta el suelo que ellos mismos se pisaban al caminar.

   —Nora, ¿te diste cuenta que toda Latinoamérica te juzga por lo que llevás puesto? Argentina es el peor lugar, nuestras ropas con agujeros les dan horror. Son todos rubios y de ojos celestes, no nos miran, nos espían. Descendientes de daneses anclaron por estos lares. Vos sos morochasa y yo negro carbón. Cuando empezó la pandemia, fuimos los primeros en sufrirla. Cuando se expandió entre ellos la misma enfermedad, nos tuvieron tanto miedo que peleábamos todo el día por nuestro propio miedo.

   Nos separamos en buenos términos, Nora se casó con un rubio danés y yo con una rubia transparente. Poco a poco nos vestimos con capas negras y capuchas. El día que nos cruzamos por una calleja, no nos saludamos.

   Teníamos comportamientos y creencias diferentes. Hartos de esas gentes, como encerradas para siempre, nos fuimos en una casa rodante. En la última curva vimos nuestra casa incendiada.    

No hay comentarios:

Publicar un comentario