viernes, 26 de marzo de 2021

ME LO CONTARON

 

   Un matrimonio ejemplar, caminaban tomados del brazo y vestidos como para un casamiento. Saludaban a los Vecinos, con leves inclinaciones de cabeza. Se daban piquitos furtivos en la plaza.

   Cuando llegaban a su casa, la mujer le preguntaba:

   —¿Llamaste al Plomero, Haroldo?

   Él la miraba sorprendido:

   —No, lo tenías que llamar vos.

   Todas las canillas del baño perdían, las de la cocina también. El agua llegaba hasta la vereda.

   —¿Sos idiota o te hacés?

   Ella lo miraba con odio:

   —Pero vos, que sos un boludo que se lava las manos con todo lo referido a casa.

   Alzaban la voz hasta llegar al grito pelado.

   —Te recibiste de Médico, Especialista en Ginecología, sos un conchudo.

   —¿Por qué me decís eso?

   —Porque te pasás el día mirando conchas. ¡Rata inmunda! Sos un pajero.

   —Te equivocaste, no necesito para nada hacerme la paja. Tengo a mis pacientes que siempre están bien dispuestas.

   —Pero que pedazo de hijo de puta, encima me lo contás.

   Estando en el restorán más caro de Buenos Aires, después de la primera copa de vino:

   —¿Sabés qué estuve pensando? Me insultás a cada rato, no le das ni cinco de pelota a nuestros hijos, ni los bañás ni les lavás la ropa.

   Los clientes más cercanos, dejaron de comer para escucharlos. Algunos con horror, otros con placer. Cuando el Marido le dio dos bofetadas al derecho y al revés, los más lejanos clientes aplaudían, pensaban que era una obra de teatro que contrataban los Dueños. Hasta que ella se subió a la mesa.

   —Uds nos miran porque mi Marido o compañero de pieza, es reputaso.

   —Jamás me rompieron el culo y detesto a los hombres.

   —Cuando te descubrí en el dormitorio, con tu mejor amigo, los dos con los pantalones caídos hasta el piso y la cama deshecha.

   —Imelda, ¿por qué no te vas a la concha de tu Madre?

   —Porque no tengo Madre, sorete. Andate vos a la tuya, que debe ser mucho más grande.

   Él la bajó de la mesa con un sillazo, rompieron toda la vajilla y salieron al grito de: “Putarraca sin clientes”.

   —Tengo clientes demás, sino preguntale a tus amigos. ¡Cornudo!

   Iban por la esquina:

   —Apurate porque nos están corriendo los mozos, no les vamos a pagar una mierda.

   Tomaron un taxi, llegaron a su casa como dos tortolitos. El Marido la miró:

   —Ah y esto es lo último que te digo. Hoy te tengo ganas, te lo voy a hacer, eso sí, te me disfrazás de puta y te tapo la cara con la almohada. Estas son mis condiciones.

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