Con esta luz
nocturna puedo ver mi mano de muñeca quebrada, en tantos pedacitos que
decidieron tirarlos a la basura. Reemplazaron las piezas perdidas con una chapa
de cinc.
Por dos mangos,
hicieron cincuenta mil los mediquitos. En medio de una Rehabilitación, se asomó
de adentro un triángulo de cinc. Lo arreglaron rápido con la gotita y fibra de
cemento. La mano colgaba pesada y había aumentado de tamaño. Mi Madre me construyó
una manga del gramado más grueso. La enganchó en mi cuello. Le hizo un nudo con
formas de estalactitas y estalagmitas, que reproducían mi mano primigenia, que
tanto extrañaba la derecha.
Empecé a comer
durante todo el día. Llegué a pesar mucho más que mi mano. Olas de grasas
saturadas, ocultaron la primera operación. Estaba contenta con mi nuevo cuerpo.
Para conocer un
candidato no tuve ningún problema. El hombre era mayor que yo y más pesado que
mi gordura. Él no pudo satisfacer sus ganas de hacer el amor. Yo tenía todos
mis agujeros saturados y forma de pelota de rugby. Me usó para eso, el deporte
que más le gustaba. Perdió muchos partidos y decía que era culpa mía. Mis
viejos me obligaron a separarme. Cuando me arroparon por la noche, no sabían si
mi cabeza era los pies o al revés. Era una perfecta pelota de rugby. Pero ellos
no querían tener esa pelota de hija. Mi Papá me alejó tan lejos, que aterricé
al lado del entrenador. Nos fuimos juntos, era un bombón. Me taladró todo el
cuerpo con cientos de agujeros. Cuando se cansaba de uno, seguía con otro. Mi
libido se expandió y nos pasábamos todo el día en eso.
Me dijo que me
quería, yo le contesté que no sabía.

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