jueves, 25 de marzo de 2021

LA ÚLTIMA LECCIÓN

 

   El mejor Profesor de la Técnica, ni bien entraba a Clase, les hacía dejar los celulares, en un cesto. Era un jugador empedernido, Hipódromo, póker, pequeñas inversiones y el Casino lo podía. Su suerte cambió de un día para otro, se llenó de deudas para él impagables.

   Vendió su casa, dormía en el auto y se alimentaba de los sánguches que vendían en la Técnica. Le resultó insoportable su situación de bañarse en el lago, con agua fría y detergentes robados de los baños del Colegio. Mientras algunos alumnos aplaudían sus Clases, otros se burlaban de su aspecto, botones descosidos, vaqueros que de mugre se paraban solos y su cara sin afeitar. Luego de las deudas impagas, comenzaron las amenazas. A su hijo lo dejó en la casa de la Abuela, por temor a que fuese raptado. Además no tenía nada para ofrecerle.

   Le hicieron una broma cruel sus alumnos, que tanto decían valorarlo. Le pintaron el auto con malas palabras y la clásica de poner baldes de pintura en la puerta de entrada al aula. Parecía un payaso, un loco o un viejo ridículo. Gastó su último sueldo en un lavadero de autos, para que le quitaran la pintura. Los empleados le ofrecieron lijarle todo el cuerpo, quedó limpio pero todo lastimado. Lo mandó a llamar el Rector de la Técnica, para entregarle los papeles de su renuncia que le pedían desde el Ministerio de Educación.

   —Antes de irme, quisiera corregir los últimos exámenes de mis Alumnos, usaría el fin de semana en algún recinto del Colegio.

   Le dijeron que sí de inmediato. Él sintió que le tenían lástima y despreciaban su nueva condición de pordiosero. Apareció un sábado por la mañana, mientras corregía los exámenes prometidos, subió las escaleras y encontró el camino perfecto para su vida desgraciada. Ató una soga en la viga mayor y se ahorcó, mientras pensaba que sus deudas estarían canceladas y su sueldo miserable, no le sería necesario, ni pagar Impuestos, ni sufrir las burlas de sus propios compañeros y en especial, dejar esa vida que no le permitía darse el permiso de vivir. No tuvo que pagar su sepelio, porque el muerto, era él.

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