Me mandaban al
San Luis, Colegio de Curas, porque allí fueron mi Papá, mi Abuelo y mis Tíos.
Fui obligado, no me gustaban los Colegios Privados, con ventanas enrejadas y
protocolos agobiantes, como usar un uniforme con camisa blanca almidonada y
corbata azul.
Se estudiaba de
memoria y guay de equivocarse, las palabras debían ser iguales a las Clases que
nos daban. Me hice amigo de un Cura muy divertido, a pesar de la sotana negra y
el cuello de plástico blanco. Era un hombre como cualquier otro, no parecía
Cura.
Los compañeros
que tenía eran soldaditos, jamás un grito ni una risa. Todos derechos e
iguales. Ni llegué ni a conocerles el nombre. Antes que sucediera lo que
sucedió, no pude zafar de ninguna de esas tonteras.
En casa pedí que
me cambiaran de Colegio, sino, iba a terminar estúpido como los del San Luis.
—Podrás pasar a
la Facultad sin dar Examen de Ingreso. Todo tiene un precio. Para que no des
Examen de Ingreso, los Padres tenemos que pagar. Agradecé que somos una familia
prestigiosa y podemos solventar esa cifra.
Sus palabras me
dieron más asco. Era mi último año, no me permitían faltar. En una de las
Clases, me aburría tanto, que pedí permiso para ir al baño. Dejé la puerta
abierta y aproveché para hacer pis. De pronto se cerró, entró un Cura, me
sonrió y le puso llave a la puerta.

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