Trabajar todos
los días, ni en pedo. Trabajar es una mala palabra, si la separás, en un
episodio de sensatez: “traba” de trabar y “bajar” de hundir.
Te paraliza y te
hunde la vida, por si no fui coherente. Le doy bola sólo a mis ganas. Se cruza
una bahía azul, queda en Isla Mauricio, aterrizo al día siguiente, tengo un
amigo sinvergüenza, que tiene un avión privado.
Eso ocurre si
movés todo el tiempo, conocés gente piola, generosa, o gente gris avara. A
estos últimos no les des importancia, saludás igual, el saludo no se le niega a
nadie. Puede que te cruces con un cana buena onda y le des un abrazo.
Al día siguiente
te encontrás con la mochila vacía y pensás que fue él. Agarraste para el lado
más bestia de la vida, la Srta que te sedujo anoche, vació tu mochila, y sí,
hubo un polvo a cambio, pero te salió carísimo.
Tejer y
destejer, andar y detenerse, cuando lo desees le ponés gran angular a la vida,
que es angosta, sobre todo para un tipo como yo, que tengo cáncer y me dieron
dos meses, con suerte. Esto último, siempre me faltó.

No hay comentarios:
Publicar un comentario