Vivía con las
manos en la bragueta, la mamá le decía: —¡Sacá las manos de ahí! No es normal,
a los cinco años, estar todo el día con el pito agarrado. Onorato, se lo
estiraba y lo medía todos los días, largo y circunferencia. Era casi
despreciable su crecimiento. —Yo quiero ser como Papá, tener un pito marrón y
grueso, rodeado de pelos. ¡Mami, no sabés lo que es Papi desnudo! Algún día lo
tenés que ver. No tiene desperdicio.
Subió unas fotos
del padre a Face, en distintas posturas que resaltaban sus atributos.
Tuvo diez mil
entradas. Pasaron ocho años y Onorato lucía un importante crecimiento, admirado
por sus amigos telemáticos, que miraban sus autorretratos con envidia.
Un día se le
ocurrió poner su foto con la de su padre al lado. El hombre disminuyó la
superficie de su trofeo. Onorato ya constituía un fenómeno y tenía doscientas
mil entradas.
Dejó la compu
abierta y fue a correr con calzas que lo destacaban como si tuviera un push-ball. El padre encontró las fotos, no le
resultaron interesantes, hasta que se vio a sí mismo, primero favorecido y
luego enroscado como una lombriz solitaria, con bombinhas tipo pasa de uva.
—¡¡Onorato!!
Inconsciente, no sabés que tengo un laburo importante. Se deben estar agarrando
la panza, riéndose a carcajadas, nuestros amigos, la familia!! Sos lo que
apareció en tu foto, un boludo.
Le pegó un puntapié en el trasero, Onorato
gritaba porque le dio justo ahí. —¡Pará Papá, mirá que con esto podemos hacer
mucha guita y sólo ponés la cara. Y tus órganos sexuales, en pleno deterioro,
explicando un poco, cómo los años producen retracciones insolubles.

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