martes, 20 de abril de 2021

AQUÍ ALLÁ

 

   —Vos quisiste vivir en Tandil, porque era tranquilo, porque había sólo dos edificios en propiedad horizontal. Lo demás, el mismísimo verde y la pura sierra. Las casas se dejaban abiertas, los autos también. Los chicos jugaban en el arroyito, sin ninguna preocupación, dejábamos que hicieran lo que quisieran. Ahora querés volver a Buenos aires, extrañás las sirenas y esos llamados tan privados que los atendías dentro del ropero. Yo escuchaba tu voz: “Mañana no, pasado tampoco, el Domingo, mejor. Él no está en casa los domingos y se  lleva a los chicos. Antes de venir me avisás.” No sabés cómo me dolió, no me expliques nada, sería mucho peor recibir tus mentiras. Toda una actriz para engañar a un tipo como yo.

   —Tengo tres amantes, para mí no es nada. Uno es el Marido de Susana, otro tu mejor amigo y el tercero lo conocí por la calle. Tenía cuerpo de guerrero romano y embestía sin pedir permiso, una, una y otra vez. Me enyesaron el útero. ¡Cómo lo lamento!, perdí a los tres. Pero en Tandil hay muchos hombres, necesitamos vivir en Tandil.

   —¿Y el yeso?

   —No te preocupes, tengo muy buena cicatrización.

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