Los hombres
hablan de las mujeres y las mujeres de las mujeres. Se reunían los jueves y
estaban hablando con un café toda la tarde.
—¿Sabían que
Luli se fue a vivir a la Isla Mauricio?
—Yo me enteré
antes que vos. Se fue como acompañante terapéutica de un tipo que está
buenísimo, al menos de la cintura para arriba.
Ariel había
tenido una embolia y andaba en silla de ruedas con motor propio, GPS y sólo
movía los dedos para tipear direcciones. A todas les daba pena. Luli, aunque
ella disfrutaba de todo, le hizo colocar un estribo a la silla y recorrían
caminos serpenteantes hasta llegar a una casita dibujada.
Él no quería que
lo ayudara a levantarse de la silla. Se mudaba a una camilla donde recibía los
masajes de Luli, aprendidos en Japón. Siempre Ariel se relajaba dejando su cara
sin fruncir. Ella empezaba por la cabeza, sus masajes no eran suaves, trataba
de juntar la piel como para despegarla de sus huesos. Con el cuello pasaba
distinto, de allí hasta la cintura, él sentía vibraciones que se expandían.
Cuando Luli llegaba a las piernas, él no sentía nada. Ella seguía trabajando y
los progresos no progresaban. Hasta que empezó por las palmas de los pies.
Surtió efecto, Ariel tuvo cosquillas.
Pasaron dos años
hasta que empezó a caminar solo. Usaba bastón por si perdía su eje. La invitó a
vivir con él y se casaron.
—Ya estás
curado, hay otras personas que me necesitan. Tenés mi alta, ahora seguí solo.
Se despidieron
con un beso y un abrazo. Ella lo miró perderse y a los dos kilómetros se
derrumbó sobre sí mismo y el bastón desapareció. Luli dejó su maleta y lo fue a
socorrer. Se levantó solo, no quiso ninguna ayuda.
—¿Ves que te
tenés que quedar?
Ella le contestó
que tenía un vuelo para Buenos Aires, iba a perfeccionar su estilo con un Monje
japonés.
—¿Y después qué
pasó?
—Lo que menos
imaginan, se casó con el japonés.
Volvió a la Isla
Mauricio. Ariel seguía viviendo en la misma casita, rodeado de árboles bon-sai
y patiecitos de piedra. Cuando tocó el timbre, la atendió el Monje japonés, con
una bata de seda.
—Seguro que
usted busca a su Marido, pero ahora es mi pareja.
Luli por fin
comprendió que su Marido era reputaso.

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