lunes, 5 de abril de 2021

LA GENTE ESTÁ MUY SOLA

 

   Fue una cita a ciegas. Pablo esperaba a Sofi, su pretensión era charlar con alguien. Se conocieron por internet, su voz tranquilizaba. Arreglaron para comer en un restorán conocido. Hablaron dos años, pero no tête à tête. Esta vez se dio.

   Pablo se vistió de negro y Sofi de rojo, cuando se encontraron él le miró a los ojos y no fue más abajo. Los ojos eran más grandes que sus tetas.

   A Sofi le gustó su delicadeza para contradecirla.

   —Espero que esto crezca, llegar a discutir, pero despacio. Luego que me desprecies, que hagas lo que desees.

   Pablo era una persona culta y humilde. Le gustó que Sofi no supiera nada de nada, pero se defendía con argumentos inteligentes y sencillos. Lo que Sofi no sabía era que Pablo era casado.

   El conflicto surgió cuando su mujer estaba ahí, a dos mesas de distancia. Trataba de taparse la cara. Con cualquier pretexto se le caían los cubiertos, encubría esa situación para esconderse bajo la mesa. Descubrió que era una verdadera estupidez y ocupó su silla. Alguien le apoyó un pie en la bragueta. Sofi se recostaba sobre la mesa para mostrar sus gracias.

   Era una mujer que pretendía que Pablo la tocara invitándolo a su casa. Él pagó y se fueron de inmediato. Su Esposa lo descubrió y le cortó la salida.

   —Me las vas a pagar, es más, tenés que pagar nuestra comida, mi amigovio no tiene un centavo y vos, con esa mina, tendrás lo suficiente. Fueron muchos años juntos, a veces hay que cambiar de montura.

   Él hizo como si no hubiera escuchado nada.

   Sofi y Pablo no esperaron a llegar a la casa. Transformaron las butacas en camas. El auto era amplio. Se revolcaron como animales en celo. Hicieron tantas cosas raras, que sería imposible describirlas.

   Estuvieron hasta la mañana, hicieron el amor toda la noche.

   —Esta pasión nos tiene que durar toda la vida.—dijo Sofi.

   —¿Toda la vida? En tres meses nos cansaríamos uno del otro.

   —LLevame a casa, me humillaste con tus palabras, pero por suerte dentro de tres meses, tendré hasta cinco citas a ciegas. La excusa de apoyar mi pie ahí, a los tipos los vuelve locos.

   Pobre Sofi, me parece que tiene fiebre uterina y ejerce muy bien su enfermedad. Me voy a quedar mucho tiempo en soledad. Las mujeres me impiden pensar bien. Es mejor perderlas que perderlas.

   Al abrir la puerta del auto, encontró una hoja muy arrugada de papel. La planchó con la mano y decía: “Querido Pablo, no sé cuándo pero tengo muchas ganas de tener una cita a ciegas con vos.” Lo firmaba una tal Lulú.

   Tuve ganas de conocerla.

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