Fue una cita a
ciegas. Pablo esperaba a Sofi, su pretensión era charlar con alguien. Se
conocieron por internet, su voz tranquilizaba. Arreglaron para comer en un
restorán conocido. Hablaron dos años, pero no tête à tête. Esta vez se dio.
Pablo se vistió
de negro y Sofi de rojo, cuando se encontraron él le miró a los ojos y no fue
más abajo. Los ojos eran más grandes que sus tetas.
A Sofi le gustó
su delicadeza para contradecirla.
—Espero que esto
crezca, llegar a discutir, pero despacio. Luego que me desprecies, que hagas lo
que desees.
Pablo era una
persona culta y humilde. Le gustó que Sofi no supiera nada de nada, pero se
defendía con argumentos inteligentes y sencillos. Lo que Sofi no sabía era que
Pablo era casado.
El conflicto
surgió cuando su mujer estaba ahí, a dos mesas de distancia. Trataba de taparse
la cara. Con cualquier pretexto se le caían los cubiertos, encubría esa
situación para esconderse bajo la mesa. Descubrió que era una verdadera
estupidez y ocupó su silla. Alguien le apoyó un pie en la bragueta. Sofi se
recostaba sobre la mesa para mostrar sus gracias.
Era una mujer
que pretendía que Pablo la tocara invitándolo a su casa. Él pagó y se fueron de
inmediato. Su Esposa lo descubrió y le cortó la salida.
—Me las vas a
pagar, es más, tenés que pagar nuestra comida, mi amigovio no tiene un centavo
y vos, con esa mina, tendrás lo suficiente. Fueron muchos años juntos, a veces
hay que cambiar de montura.
Él hizo como si
no hubiera escuchado nada.
Sofi y Pablo no
esperaron a llegar a la casa. Transformaron las butacas en camas. El auto era
amplio. Se revolcaron como animales en celo. Hicieron tantas cosas raras, que
sería imposible describirlas.
Estuvieron hasta
la mañana, hicieron el amor toda la noche.
—Esta pasión nos
tiene que durar toda la vida.—dijo Sofi.
—¿Toda la vida?
En tres meses nos cansaríamos uno del otro.
—LLevame a casa,
me humillaste con tus palabras, pero por suerte dentro de tres meses, tendré
hasta cinco citas a ciegas. La excusa de apoyar mi pie ahí, a los tipos los
vuelve locos.
Pobre Sofi, me
parece que tiene fiebre uterina y ejerce muy bien su enfermedad. Me voy a
quedar mucho tiempo en soledad. Las mujeres me impiden pensar bien. Es mejor
perderlas que perderlas.
Al abrir la
puerta del auto, encontró una hoja muy arrugada de papel. La planchó con la
mano y decía: “Querido Pablo, no sé cuándo pero tengo muchas ganas de tener una
cita a ciegas con vos.” Lo firmaba una tal Lulú.
Tuve ganas de
conocerla.

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