Todo era
algarabía, porque por fin la familia se reunía. Yo soñaba en la bohardilla que
levitaba y como además soy sonámbula, giré hacia la escalera. Me daba seguridad
levitar. Caí de un quinto escalón, miré nuestro viejo árbol de Navidad. Con sus
esferas de vidrio sumergidas en cuatro colores, tenía sus candelitas prendidas.
Caí sin darme cuenta sobre aquél árbol que se partió, pero a mí se me partieron
los huesos de la muñeca, dos costillas y mi cara llena de sangre que salía por
la nariz y la frente.
Todos se
preocupaban por la cantidad de esferas que se rompieron. No eran como las
plásticas de hoy. Me sequé la frente y la nariz. Mi mano colgaba, nadie se dio
cuenta, me dejaron tirada ahí hasta que me pude levantar.
Participé de la
mesa larga, le pedí a mi hermano, que me cortara una rodaja de pavo. La sangre
caía donde comía. Mis primos preguntaron:
—¿Por qué ella
tiene el privilegio de comer con salsa roja?
—¿No viste que
es colorada? Es capaz de escupir saliva en su propio plato.
—Por ser
pelirroja, debe ser.—el peor de mis primos dijo esto.
Papá me llevó a
un Hospital, a otro y a otro, estaban llenos de Covid y además no alcanzaban
los Médicos.
Me llevó con
dólares prestados a un Sanatorio con tecnología de punta. Primero me operaron
la muñeca, dos huesos partidos que los unieron con titanio. Hicieron estudios
de toda índole, me operaron la pierna, que la tenía al revés y con titanio
reconstruyeron hasta lo que no se podía. Entre operación y operación me
costuraron toda la cara.
Cuando miré un
reflejo en un vidrio, parecía Frankestein. A casa entró Papá primero, eran una
manada de animales que se peleaban por los regalos. Los grandes estaban beodos,
no miraban a sus hijos. Lo único que les interesaba era seguir con el champán.
Papá, el hombre
más bueno del mundo, entró la camilla por el garaje, con la ayuda de dos
enfermeros. Convirtieron mi cuarto en un sanatorio. Entró mi Tío borracho y me
alentó diciendo:
—Va a llevar un
tiempo para sacar todos los yesos, vas a tener que dormir así con una pierna
colgada del techo y el brazo sobre cinco almohadas. La mano sobre el pecho. Vas
a dormir hacia arriba. Después viene la rehabilitación, ojalá te toque un
Kinesiólogo como la gente. Eso llevará seis meses. De la pierna olvídate, no
vas a poder caminar hasta dentro de diez meses…
Le grité que se
fuera y se fue.
Papá no se
acostó la noche de Navidad.

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