viernes, 23 de abril de 2021

ADVENTURES

 

   Mar de las Estepas, tenía entrantes y salientes que provenían del mar. La casa quedaba en el mejor lugar, no había nadie. Una casa despojada, un colchón, dos clavos en una pared, en uno había una tohalla y en otro una bikini con un jaboncito de hotel en el piso.

   —¡Qué mala que es la guacha! ¿Cómo me va a dejar en esa casa vacía? Ella veranea en Tailandia y pone una cara de hacerme el favor cuando me deja esta pocilga: “Pasate unos días, tomá sol y divertite”. Y eso que es mi hermana, pero como soy pobre, me desprecia la estúpida. Me robó todos los novios, los Maridos y hasta el amor de mis Padres, los robó para ella y otras menudencias que prefiero olvidar. Estoy hablando en voz alta, no sé con quién, debe ser conmigo, la única amiga que tengo.

   Puse mis piernas apoyadas en el colchón, miré el sol al amanecer. Tomé mi primer baño, me olvidé la bikini, pero no la tohalla. Un hombre en un bote me preguntó si no quería dar una vuelta con él. Tenía un aspecto confiable, con una barba blanca y el pelo le iba siguiendo el viento. Llevaba una pipa entre los dientes y hablaba en inglés, contó sus aventuras de los caminos del mar. Mientras él hablaba, remontaba una caña y sacaba un pez grande. Todos picaban, vi sus intenciones de dejar el mar sin peces. Era como un abuelo generoso. El más grande me lo regaló. Le di un abrazo gigante, él me respondió que regresaría a visitarme.

   Cada vez que venía, contaba anécdotas nuevas y comíamos el puro pescado. “Mi único compañero es el mar”. Tenía ganas de decirle que mi única compañía era yo.

   Cuando me quedé conmigo, vi un montón de revistas tiradas en un rincón. Las miré sin interés, hasta que aparecieron fotos de él en todas las portadas. De allí me enteré su nombre: Ernest Hemingway.                      

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