Noche cerrada,
ni estrellas ni luna. Aparecieron los dos por caminos diferentes. Se sentaron
en el mismo banco. Cuando él la miraba, tenía una nariz griega y no le vio nada
más, porque ahora, ella lo miraba a él, con sus rasgos regulares y una barba
incipiente.
—Salí porque no
podía respirar, tengo tanta tos que me voy a comprar jarabe en la Farmacia. Te
dicen las 24 horas del día, pero no es verdad, casi todas están cerradas, por
eso me senté a esperar. Me llamo María y no quiero que pienses que ando con
ganas de levantar. Soy una persona correcta y educada, te lo digo para que no
pienses que soy una mujer cualquiera. Hablo para no seguir tosiendo. Me da
pudor toser tanto, desde que era chica me sucede. En especial cuando un chico
me gusta, no quiero que pienses que me gustás.
—Yo prefiero que
te calles y que tosas lo que quieras, igual el sonido se confunde con los
grillos.
—Si no te
molesta, prefiero que me des un beso largo.—dijo María.
Él se acercó
para besarla y ella le estornudó adentro de la boca.
—Mejor me voy,
no me gusta lo que hiciste.
—No, por favor
quedate, aunque sea para acompañarme a la Farmacia, si no, te escupo.

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