jueves, 29 de abril de 2021

LA VERDAD, ASOMBRA

 

   Se levanta por el despertador, toma un café frío del día anterior y parte al trabajo. Cuando entra al escritorio, en vez de dar los “Buenos días”, carraspea. Parece un robot, estático, duro y cuando camina, rígido. Pisa en los mismos lugares donde pisa todos los días. Están sus huellas que lo testifican.

   Tiene el complejo que lo siguen, por eso se da vuelta a cada rato. Cuando viene con las pilas cargadas. Camina para atrás. Él es el  Jefe. Firma expedientes y al pie les escribe: “En disconformidad”, lo hace por las dudas, para que los otros no duden de su autoridad, le parecían dos palabras creíbles y soberanas.

    Se alzaba dos veces por mes, tenía una mina joven y una vieja. Pensaba que la joven estaba buenísima, la vieja tenía experiencia para hacer disfrutar. Ojalá que la vieja fuese joven y la joven fuera vieja, ambas se le entregarían como sauces mágicos. Luego de sus dos noches por mes, llegaba por las mañanas más robotizado que nunca.

   —¿Desea un cafecito Señor Labamba?

   Y él contestaba:

   —¿Está caliente?

   —Sí Señor y es del día de hoy.

   Cuando el Ordenanza se retiraba, él, con voz de locutor de música clásica, le dijo:

   —Le explico, a mí me gusta el café frío y del día anterior.

   Una mañana aterrizó un aparato esférico, con un aura roja alrededor. El Señor Labamba, subió a la terraza y la nave se lo llevó.

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