domingo, 18 de abril de 2021

BLENGÜER

 

   El 23 de septiembre de 1.901, lo invitaron a una celebración, en el mejor castillo de Blengüer, el más lujoso. Erik se vistió como si fuera un Príncipe, con infinitos títulos nobiliarios. Llegó en mitad de la fiesta, contempló quiénes eran los comensales.

   Vislumbró a la joven Isabel XI, centro de todas las miradas, la de Erik también. Tenía aspecto de lirio, alta, ojos color cielo de tormenta. Nadie se atrevía a pedirle un baile, la belleza contaminada por la Nobleza, hacía que Isabel XI, tuviera gestos despectivos.

   Él se acercó y le propuso bailar. Isabel extendió su mano aceptando. Cuando Erik la tomó de la cintura, ella graciosa y descarada, apoyó la mejilla en la solapa de Erik. Giraban al son de la Orquesta. Él, con mucho entusiasmo, le depositó el pie al borde del vestido. Se descosió hasta la cintura. A Isabel le dio gracia y se quejó bajito en el oído de él:

   —Este vestido es de seda china, lo mandaré a costurar.

   Siguieron bailando, pero Erik se enredó en las sedas. Le dijo “perdón”.

   —Su Alteza, no fue mi intención. Sea usted piadosa y acepte mis perdones.

   —Está perdonado, y ahora disculpe, pero hay una gente que me espera.

   Al día siguiente, antes de amanecer, se hizo a las puertas del castillo. Lo atendió el Señor Blengüer en persona:

   —Éstas no son horas, ni respeto al protocolo. Retírese.

  Esperó hasta que Isabel XI, hiciera su paseo acostumbrado. Se acercó por detrás y la asustó:

   —Disculpe lo que le hice. No fue mi intención.

   —Sí, lo disculpo. No precisa volver de nuevo porque está disculpado.

   Erik le confesó a su amante:

   —No puedo dormir, ni comer y tengo taquicardia. Le tengo que pedir perdón nuevamente.

   —Pero si ya le pediste. ¿Por qué de nuevo?

   —A lo mejor no me entendió, por eso iré de nuevo.

   Erik se anotó en la lista para ser recibido. La Reina Isabel XI, ni bien lo reconoció le dijo:

   —Ahh, ja ja, por aquí lo bautizamos: “El Señor Erik perdón”. Y ¿sabe que es lo más gracioso?, que no recuerdo para nada lo que pasó, para tantos perdones reiterados.

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