—Leonor, vos que
sos Decoradora, ¿no te pareció un horror el jarrón que puso Dora sobre la mesa
ratona?
—¿No me digas
que tiene una mesa ratona? Ni cuando se usaban fueron lindas. Pobre Robert,
haberse casado con una mujer que tenga tan mal gusto.
Maca, sentada en
un rincón dijo:
—Ché, basta,
encima que nos invita, no es correcto criticar a una persona porque les parezca
ordinaria. Tiene una paciencia y un corazón más grande que su mal gusto.
Después de todo, Robert no es ningún santo. Una vez, estando tan borracha que
no podía caminar, él mismo me llevó a casa y fue sacando mi ropa y después me
puso el camisón. Me extrañó, porque no encontré mi calzón. No había pasado nada
entre nosotros.
Al día siguiente
llamó Dora:
—¿ Sabés qué
encontré en el bolsillo de Robert?, tu calzón negro.
Me quedé
pensando.
—Mirá, Dora, yo
estaba desmayada no sé bien lo que pasó. Tal vez se llevó el calzón de
recuerdo, en diferentes ocasiones logró batir el record de calzones afanados.
—Entonces quiere
decir que se acostó con todas mis amigas.
—Sí, debió ser
así, pero conmigo no. Conmigo es distinto, porque somos amantes desde hace
quince años. Un alivio para vos, una alegría para mí. Lo único que te pido, es
que me devuelvas mi calzón, es mi preferido.

No hay comentarios:
Publicar un comentario