jueves, 10 de marzo de 2022

TIPO

 

   Mamá decía que en Mercedes, vivían todas familias tipo. Yo creía que mis amigos, tenían una madre y un tipo al que llamaban Papá. Era una sociedad machista a ultranza, hasta una niña de mis años se daba cuenta.

   Los hombres decidían, elegían, opinaban y concurrían a misa, todos los domingos. Las mujeres caminaban con la cabeza mirando el piso y no hablaban. Los hijos, pedían permiso para cualquier cosa, como los presos.

   Mamá y sus hermanas odiaban el pueblo, decían que tenía olor a milico y a cura. La pólvora y el incienso eran la misma mierda, con distinto olor, concluían.

   Ellas pensaban que yo no escuchaba sus charlas siesteras. Me resultaban interesantes sus voces encimadas. Mi abuela se enojaba por los contenidos, que podían arruinar mi cabeza.

   Les pedía mesura a tres brujas genéticas, por parte de padre, aclaraba.

   Un verano, durante los años ochenta, mi abuela pidió que la acompañara a misa. Siempre tuvo la secreta esperanza de volverme creyente. Misión imposible, aún para mi padre, que sufría mi ateísmo de tres décadas.

   Cuando la iglesia estaba llena, apareció un hombrecito enjuto, de nariz grande y mentón huidizo.

   Los feligreses, murmuraban y gesticulaban feo, para una misa. No entendí, hasta que mi abuela dijo su nombre en mi oído. Alguien comenzó a golpear las palmas y el resto lo siguió, hasta silbidos hubo en la casa de Dios. El sacerdote hizo caso omiso y continuó la ceremonia. Cuando el hombrecito enjuto, quiso comulgar, la gente se dispuso codo con codo y la barrera humana no le permitió recibir los santos sacramentos.

   Cuando salimos, mi abuela callaba. Le pregunté su opinión. Dijo que “No estuvo bien lo que hicieron. Es la casa de Dios. Esos odios se dirimen en la justicia. Él es un hombre, a pesar de ser un genocida hijo de mil putas, sin remedio ni castigo, nadie puede arrogarse echarlo de la iglesia. Fue de cobardes lo que hicieron. ¿Porqué no lo reventaron en aquel tiempo? Un pueblo de mierda, lleno de familias tipo, como dicen mis hijas” Nunca escuché a mi abuela, expresarse en esos términos, le salió de las tripas.

   El tipo era Videla. “Un hato de huesos negado a la muerte natural, que era lo menos que podía hacer.” El día que reflexionaba en esos términos, mi abuela murió. Antes llegó el cura, con la hostia final, ella se puso atea repentina y le dijo al cura de la hostia, que se lo llevara al hijo tarado que Videla tenía oculto, en el Open Door.

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