Después de la compra al super, cargó el baúl.
Apoyó la billetera en el capot. Como todos los viernes se inundaba de motos
emitiendo sonidos de decibeles altos.
Como de la nada dobló una Harley Davidson,
el conductor portaba casco negro, equipo negro de cuero de víbora. La luz roja
no le impidió rayar el auto de la mujer a todo lo largo. Le robó la billetera
del capot. Huyendo con rojo lo atropelló un auto.
Quedó tendido en el asfalto, se juntó tanta
gente observando la sangre que lo rodeaba. Era un chico joven.
─Es una lástima ─dijo alguien.
La mujer se preocupó por encontrar su
billetera. Estaba junto al cordón de la vereda, la billetera de él también. Se
llevó las dos. Al día siguiente fue al Mecánico. Él mismo se encargó de reparar
el rayón del auto. No le costó nada, porque en la billetera robada había un
montón de dinero. Cuando arrancó portaba una sonrisa triunfal.
A la semana se presentó el joven, parecía un
patchwork, heridas múltiples.
─Si usted me compra una moto igual a la que
se rompió, no haré ninguna clase de denuncia.
La mujer se asustó y le regaló la Harley de
su hijo. El joven había hecho la denuncia sin avisarle, lo salvó el Comisario
que era su padre.

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