Federico era sonámbulo, no había que
despertarlo. De noche recorría toda la casa. Para los Padres, Federico se hacía
invisible. Si no tenían que vigilarlo.
Todas las noches hacían turnos. Él usó su
tiempo, entró a la habitación de sus Padres y le llamó la atención el acolchado
que se movía. Vio un bulto encimado que aceleraba cada vez más. Después
quedaron paralizados.
El episodio le dio asquito. Su Madre cocinó
los tallarines de todos los domingos.
─Mami, ¿puedo hacer la salsa yo? Lo aprendí
mirando a la Abuela. Si aceptás mi salsa, te voy a querer más.
─Sos muy chico…pero probemos.
Él se puso atrabajar con delantal y gorro de
Cocinero. Cuando los tallarines estuvieron servidos, la Madre pidió que trajera
la salsa. Él estaba encerrado en la cocina y orinó dentro de la salsera, le
agregó orégano para disimular. Tras el primer bocado, todos fruncieron la cara,
nadie lo imaginó, pero Fede les contó que había orinado en la salsera. No le
dieron los tiempos para llegar a la poceta.
─¿Vieron qué rico quedó?

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