viernes, 11 de junio de 2010
TRANSPORTADOR
No hay contadores de historias. La última que conocí fue mi abuela. Es un arte contar cuentos, es un arte literoteatral. Mi último y mejor amigo es un contador de historias, hábil supremo de la palabra y ferviente seguidor de la locura. Nos transporta y nos embebe en nombres, edades, cualidades, historias, donde a veces, a mí, se me confunden los nombres y los hechos. De hecho hago comentarios donde los nombres y las anécdotas no se corresponden. Mi amigo sabe como soy, pero se empecina en seguir contando nuevos cuentos y yo, en confundirme. Somos distintos, él tiene memoria prodigiosa, yo carezco de ella. Me gustan las historias desde lo que sucede y a los lugares de estratósfera donde me llevan. Allí no hace falta la memoria, porque está todo. Eso tiene este contador, te lleva en su vehículo. Es el mejor recitando y escribiendo poesías, pero esto lo sabemos pocos, cuando las personas como él no son reconocidas, pienso: ¿Por?
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