Hoy le mandé un
beso al Mundo, por ser el último día del año, pero no he recibido contestación.
Faltaban cuatro
escalones para llegar al piso. Recordé la infancia, donde en los sueños se
podían dar saltos y volar. Cuando uno es grande, no se puede despegar del
suelo. Huir del enemigo es imposible. Despertó la niña que llevo en el corazón
y levantando la pierna derecha, aterricé sobre el árbol de Navidad al lado de
la salamandra.
Una stronza, la
verdá. Me partí dos huesos de la mano, tres costillas y de la cara salía
sangre, mucha. Un alguien querido me ayudó a ponerme de pie.
—¿Y esa pretensión
de volar? ¿Sabés el tiempo que te va a llevar recuperarte?
Le contesté:
—Y vos. ¿Sabés
el tiempo que te va a llevar ayudarme?
No tenía mutual
ni dinero. Me dolía tanto, que no me dolía.
—¿Por qué hizo
eso?- Preguntó el Doc con esa cara de nada que tienen los Galenos.
—Perché mi
piace.
De la cena se
ocuparon mi hijo y su mujer. Hicieron toda clase de exquisiteces. No pude tomar
champán. Me fui al jardín, mi Papi nació la noche de Navidad. Le brindé un
abrazo infinito al cielo. Apareció mi nieto y preguntó:
—¿Por qué estás
afuera y sola?
—Perché mi
piace.

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