Sonó el timbre del recreo, yo me quedo en el salón, Georges Brassens sale al patio y dice:
"En mi pueblo, sin pretensión,
tengo mala reputación.
Haga lo que haga es igual,
todo lo consideran mal.
Yo no pienso, pues, hacer ningún daño
queriendo vivir fuera del rebaño.
No, la gente no gusta que uno tenga su propia fe.
No, la gente no gusta que uno tenga su propia fe.
Todos, todos me miran mal,
salvo los ciegos, es natural.
Cuando la Fiesta Nacional
yo me quedo en la cama igual,
que la música militar
nunca me supo levantar.
En el mundo, pues, no hay mayor pecado
que el de no seguir al abanderado.
No la gente no gusta que uno tenga su propia fe.
No la gente no gusta que uno tenga su propia fe.
Todos me muestran con el dedo,
salvo los mancos, quiero y no puedo.
Si en la calle corre un ladrón
y a la zaga va un ricachón,
zancadilla al bon bon señor
y aplastado el perseguidor.
Eso sí que sí, que será una lata,
siempre tengo yo que meter la pata.
No la gente no gusta que uno tenga su propia fe.
No la gente no gusta que uno tenga su propia fe.
Todos detrás de mi a correr,
salvo los cojos, es de creer.
No hace falta saber latín,
yo ya sé cual será mi fin.
En el pueblo se empieza a oír:
muerte, muerte al villano vil.
Yo no pienso pues armar ningún lío,
porque no va a Roma el camino mío.
No la gente no gusta que uno tenga su propia fe.
No la gente no gusta que uno tenga su propia fe.
Todos, todos me miran mal,
salvo los ciegos, es natural."
Georges Brassens Año 1954 (Gracias)
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