lunes, 11 de enero de 2010

UN TURNO

No soportó más estar tan triste y encima, le había dado por llorar. Un sólo amigo lo siguió escuchando y le recomendó un psicólogo. Pidió que fuera a éste, tenía una formación excelente.

Un lunes, pidió un turno, de inmediatez imposible. Le preguntaron, quién lo había derivado y él que sólo pensaba en su tristesitud tan triste ; contestó, que lo había derivado la tristeza.
Llegó sin saber cómo y se sentó sin saber dónde, el psicólogo preguntó el motivo de su consulta.
Del paciente, provino un discurso, donde decía que vivía triste. Todo triste. Y si pensaba en lo triste que se sentía, le aumentaba la tristeza, al punto de llorar estilo diluvio.

Cuando terminó la sesión, el piso del consultorio, se encontraba inundado de charquitos. Eran los estacionamientos de su tristeza hablada.
Le preguntó al psicólogo, qué diagnóstico le daba, el licenciado, mesando su barba froidiana, respondió:
- ¡Depresión Machaza!

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